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PADRES IGNORANTES

  • Walter León Méndez
  • 23 jul 2019
  • 2 Min. de lectura

El cerebro del niño, en los primeros tres o cuatro años de vida, llega a dos tercios de lo que serán sus dimensiones definitivas y se desarrolla en sus funciones mucho más rápido de lo que lo hará en un futuro. En esta fase precoz es más fácil, respecto a las sucesivas, el planteamiento de algunos tipos de aprendizaje: en primer lugar, el emocional, que tiene consecuencias destacadas en el futuro. La tarea de impartir este aprendizaje es sobre todo de los padres o de quien los sustituye en la educación del niño. Padres y madres inmaduros, deprimidos y que tengan vidas problemáticas serán incapaces de ocuparse de la educación emocional de sus hijos. El riesgo es grave: por lo que se ha descubierto, la negligencia produce más daños que los maltratos. Los niños

que han sido olvidados son los más ansiosos y apáticos, descuidados y cerrados en sí mismos, y sus resultados escolares son a menudos deficientes.


La insuficiencia de las figuras paternas es destructiva a largo plazo y también en el caso en que se trate de personas agresivas y coléricas: sus comportamientos pendencieros se repiten en los hijos, que a su vez copiarán el mismo comportamiento duro, violento y arbitrario con sus hijos. A menudo padres con estas características castigan a sus hijos independientemente de lo que hayan hecho, empujados por el humor que tengan en ese momento. Un comportamiento que produce al hijo un sentimiento de inutilidad e impotencia, un sentimiento de amenaza inminente y una tendencia exagerada a lucha. Palizas y maltratos cuando son pequeños impiden la empatía y pueden provocar en niños pequeños comportamientos sádicos. Con bastante probabilidad, desarrollarán un carácter impopular con sus compañeros, mostrarán dificultades cognitivas y tendencia a la depresión y, en los casos más graves, se convertirán en malhechores capaces de cometer crímenes violentos.





El hecho de que el comportamiento de los padres tienda a reproducirse tan precozmente en los niños es sin duda lo más preocupante. Teniendo en cuenta que en el caso de emociones fuertes el sistema límbico da prioridad a las inclinaciones primitivas de las personas, en los momentos de crisis la pésima enseñanza recibida en el plano emocional por estos niños se traducirá fácilmente en relaciones brutales e impulsivas. El trauma se implanta con fuerza en el cerebro; de todos modos, la conclusión de Daniel Goleman (descubridor la inteligencia emocional) es reconfortante: hay una cura también para estas cicatrices.


Reconocimiento a Comprende la Psicología - Daniel Goleman - La psicología de la inteligencia emocional - Editorial Salvat

Lectura recomendada: Inteligencia emocional - Daniel Goleman


Walter León Méndez - Director de IACE (Instituto Argentino en Capacitación Emocional)

walterm.iace@gmail.com

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